
Crónica de El hombre de al lado (2009)
El hombre de al lado es una película argentina que, con su inconfundible estilo, mezcla la comedia negra y la crítica social para ofrecer un relato que resulta inquietante y, a la vez, profundamente irónico. Dirigida por Mariano Cohn y Gastón Duprat, esta película se inserta en una tradición de cine que indaga las tensiones humanas que surgen en los espacios cotidianos, mostrándonos cómo los pequeños conflictos pueden escalar hasta convertirse en dramas existenciales.
La historia se centra en Leonardo (interpretado por Rafael Spregelburd), un hombre elegante y sofisticado que vive en una moderna casa diseñada por un arquitecto. Todo en su vida parece ordenado y bajo control, pero la rutina de su existencia se ve trastornada cuando un vecino, Víctor (interpretado por Daniel Aráoz), decide instalar una ventana en la pared que da a la casa de Leonardo, dándole acceso a su vida privada. Lo que comienza como una simple alteración del espacio físico se transforma en un conflicto de poder, ego y valores personales.
La película está marcada por la tensión constante entre estos dos personajes, cuyas diferencias sociales y de personalidad no podrían ser más evidentes. Leonardo representa la burguesía moderna, un hombre preocupado por la estética y la exclusividad, mientras que Víctor, un hombre de clase media, con menos refinamiento pero lleno de una energía casi primitiva, no duda en desafiar a su vecino. La presencia de Víctor en el espacio de Leonardo, sin que haya invitación alguna, es vista por éste como una invasión a su mundo privado, y con el tiempo, esta situación lleva a una escalada de confrontaciones.
Cohn y Duprat logran construir una atmósfera en la que la lucha de poder se desenvuelve en un escenario de claustrofobia. La película es esencialmente una pieza de cámara, casi teatral, ya que gran parte de la acción transcurre en el espacio de las viviendas de los protagonistas. La idea de "lo privado" y "lo público" se distorsiona, y el hogar, ese refugio que debería ser un lugar de paz, se convierte en un campo de batalla entre los dos hombres.
La dirección de Cohn y Duprat no solo juega con la comedia y el drama, sino que también ofrece una reflexión crítica sobre el status quo social. El título mismo de la película —El hombre de al lado— sugiere esa figura del vecino incómodo, pero también nos invita a pensar en cómo el otro, el que está "al lado", puede desencadenar una serie de reacciones que nos obligan a confrontar nuestra propia identidad, nuestros valores y nuestras inseguridades. Es, en muchos sentidos, una metáfora de la lucha de clases, de las diferencias de estatus, y de cómo, incluso en lo más trivial, las relaciones humanas pueden volverse profundamente conflictivas.
El guion, escrito por los directores junto a Andrés Duprat, es inteligente y lleno de giros inesperados. Las tensiones crecen de manera gradual y, mientras el conflicto avanza, la película mantiene su frescura y su capacidad para sorprender, incluso cuando parece que el conflicto ya ha llegado a su punto máximo.
Por su parte, las actuaciones son sobresalientes. Daniel Aráoz interpreta a Víctor con una energía cruda y natural que contrasta perfectamente con la contención de Rafael Spregelburd como Leonardo, quien va pasando por un proceso de desmoronamiento de su aparente estabilidad. Ambos actores logran dotar a sus personajes de una humanidad compleja que hace que, a pesar de sus diferencias, no podamos dejar de verlos como figuras cercanas y, en muchos momentos, comprensibles.
El final de la película, que no revela toda la tensión de manera explícita, es un cierre que invita a la reflexión, dejando al espectador con una sensación de incomodidad y desasosiego, un recordatorio de que los límites entre lo que nos pertenece y lo que no, entre lo privado y lo público, son siempre frágiles y fácilmente transgredidos.
En resumen, El hombre de al lado es una película que, más allá de su premisa aparentemente sencilla, se convierte en un ejercicio de tensión, reflexión y crítica. Cohn y Duprat nos ofrecen una mirada sobre la condición humana en la que lo que parece un conflicto banal puede terminar por transformar la vida de quienes lo protagonizan. Con una dirección precisa, un guion afilado y unas interpretaciones memorables, la película se afirma como una de las más interesantes del cine argentino contemporáneo.