martes, 16 de agosto de 2016

Raúl Rivera - Nacionalismo cinematográfico

El Indio Fernández, David Griffith y Serguéi Eisenstein no evitan hablar de sus países. Con una postura afín a los discursos oficiales estos cineastas crean películas que aún son reconocidas como obras maestras del séptimo arte

Puebla, Puebla; 15 de septiembre de 2015. El nacionalismo ha sido la referencia de las obras de varios artistas desde el siglo XIX. Músicos como Richard Wagner, Mussorgsky, Chopin, Stravinsky, Moncayo y Manuel de Falla buscaron incluir algunos aspectos que, sentían, identificaban a sus naciones. En el cine no solo se resaltaron imágenes y sonidos evocativos, también se tenía un discurso nacionalista con algunos tintes políticos.

El nacimiento de una nación

El director norteamericano David Griffith crea una de las obras cinematográficas más importantes de la historia del cine. El nacimiento de una nación (The Birth Of Nation, Estados Unidos, 1915) es una guía de la forma de hacer cine y al mismo tiempo un referente del discurso nacionalista en la pantalla. Dos familias norteamericanas, una del norte del país y otra del sur, viven la Guerra de Secesión en la que el miedo a la población afroamericana se muestra como el punto de unión del pueblo. Así, imágenes en las que soldados negros norteños cometen delitos en contra de gente de piel clara justifica la unidad nacional para combatir esta amenaza.

La historia de la Guerra de Secesión de los Estados Unidos confrontó a los territorios del norte, altamente industrializados, con los sureños, preponderantemente agrícolas. Esta disputa se centró en el problema del esclavismo, el cual era condenado por el norte y que era visto por los sureños como la mejor manera de hacer crecer al país por medio de la agricultura. En 1860 Abraham Lincoln llega a la presidencia de los Estados Unidos por el Partido Republicano opuesto a los sureños, por lo que estos decidieron separarse del país. Del conflicto conocido como Guerra de Secesión surgen los símbolos nacionales norteamericanos polémicos como la bandera confederada, los grupos racistas sureños, los discursos segregacionistas y el marco del racismo actual.



El acorazado Potemkin

Algunos años después el ruso Serguéi Eisenstein, con el apoyo del gobierno soviético, dirige El acorazado Potemkin (Bronenosets Potyomkin, URSS, 1925). Esta obra tuvo el fin de dar a conocer los movimientos sociales que ocurrieron en los años previos a la revolución rusa, por ello El acorazado Potemkin cuenta un episodio de la Segunda Guerra Mundial, en el que la tripulación de un barco de guerra ruso al servicio del zar se revela en contra de los malos tratos que reciben de las altas autoridades. En un momento la gente del puerto de Odessa, en donde se encuentra anclado el acorazado, apoya a los marineros. Por temor a que la revuelta se extienda al resto de los marineros, el almirantazgo ordena la masacre del pueblo de Odessa en una de las escenas más representativas de la historia del cine.

El acorazado Potemkin se ubica temporalmente dentro de los acontecimientos que desencadenaron la revolución Rusa de principios del siglo XX. La entrada de Rusia al conflicto armado tuvo una mala recepción por los intelectuales de su época; sumado esto a los malos tratos que recibían los soldados en el frente de batalla, la miseria del pueblo llano, y las excentricidades palaciegas de los grupos de poder; justificaron el levantamiento armado que derrocó al gobierno zarista. El gobierno soviético de 1925 patrocinó varios proyectos culturales y nacionalistas en los que se encontraba el cine, y es gracias a esta visión que el director Eisenstein recibe el apoyo para realizar su película.


María Candelaria

Dentro del enfoque nacionalista también se encuentra esta película mexicana de 1943, en la que el Indio Fernández cuenta la tragedia de una pareja de indígenas enamorados que buscan casarse pese a la pobreza y la enfermedad. Imágenes estéticas capturadas por el fotógrafo Gabriel Figueroa y sets iluminados creativamente fueron los aspectos reconocidos en el Festival de Cannes de 1946 y que han posicionado a María Candelaria como obra maestra del cine mexicano.

El nacionalismo revolucionario permea en el discurso institucional y se replica en los trabajos de varios artistas mexicanos. En los años posteriores al conflicto armado de inicios del siglo XX se conocieron internacionalmente las obras de algunos muralistas mexicanos como Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros y de músicos como Silvestre Revueltas y Pablo Moncayo. En el cine El Indio Fernández y el fotógrafo Gabriel Figueroa muestran el “drama rural” en cintas como Flor Silvestre (1943), La perla (1945) y Pueblerina (1948), en las cuales se exalta la vida en el campo y, en algunos casos, se le confronta con la vida en la ciudad, tal como expone Roger Bartra, en su libro El salvaje en el espejo, como una forma de volver al origen primitivo de nuestra nación.



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